La primera me ocurrió casi en la prehistoria, alrededor de 1996, antes de Google, antes de los ADSL, cuando se navegaba con Netscape conectado por módem a poco más de 40K y anulando la línea telefónica tras los pitidos y chirridos de rigor. Yo ya estaba fascinado con internet, tanto que incluso ya tenía un sitio web de mi pequeño negocio de librería (una sola página, dos fotos, dos bloques de texto y los datos de contacto), cuando la mayor parte de las empresas del Ibex35 no disponían siquiera de presencia en internet. Naturalmente esa web era inútil por completo y sólo servía para satisfacer mi "egoweb". Un día se acercó a visitarme el comercial de una distribuidora de libros con la que mi negocio tenía muy poca relación y me explicó que su departamento de informática había habilitado para los clientes un acceso web a la aplicación que gestionaba su almacén, de manera que se podían hacer pedidos por internet en tiempo real, comprobando si había o no existencia de un deter